lunes, 29 de noviembre de 2010

Nuevamente amor...

Aquí estoy otra vez... que increible todo esto, que increible es mi vida... que increible como un solo ser me pudo cambiar, que increible cuantos sentimientos dentro de mi existen por ese ser y que solo quieren salir a flote, solo se quieren dar a demostrar... solo quieren ser valorados y tomados en cuenta de verdad...


hoy volvi a despertar, hoy tengo treinta y seis años de edad, ,aún joven con ganas de luchar, sobre todo por ella...


hoy vi como los pasajeros observaban con simpatía a la atractiva joven con bastón blanco que subía cuidadosamente al autobus... waoo... como pasa el tiempo y aún sigue siendo atractiva, bella, única... aún me sigue encantando esa mujer... ella pagó al conductor, y usando sus manos para sentir el puesto de la silla, caminó por el pasillo y encontró el sitio que él le dijo estaba vacío, luego de estar sentada, puso su bolso sobre sus piernas y delicadamente apoyó su bastón sobre uno de sus brazos.


Había transcurrido un año desde que verónica , de treinta y cuatro años, quedó ciega, debido a un mal diagnóstico médico... ella había quedado sin visión, y fue súbitamente conducida al mundo de la oscuridad... frustración... y enojo... cosa que nuetra felicidad nuestro hijo ya habia cambiando en ella.



Despues de ser una vez una mujer tan independiente, ahora ella se siente condenada por este terrible giro de fatalidad, de llegar a ser impotente, sujeta a la ayuda de quienes estaban a su alrededor...



¿Cómo pudo pasarme esto a mí? expresaba ella y su corazón denotaba un terrible enojo... pero no importaba cómo había llorado o suplicado, ella sabía la dolorosa realidad de que su visión jamás sería recuperada... ahora lo único que ella tie, era a mi...


como dije al comienzo soy un hombre de treinta y seis años, solo soy un aprendis de artista, amante del arte y de mi esposa...


cuanto amo a mi esposa, con todo mi corazón.


Al principio, cuando ella perdió la visión, recuerdo la observaba hundida en la desesperación y comenzé a ayudarla a ganar fuerzas y confianza... ella necesitaba llegar a ser independiente otra vez... pero sabía que ésta era la batalla más difícil que había enfrentado, todas las peleas discusiones tontas que tuvimos durante y despues de nuestro noviazgo no se comparaba nunca con esto...



llego un momento en que ella se sintió preparada para volver a trabajar, ella es profesora... da clase en un liceo nada cerca de nuestro hogar... se tiene que trasladar en camioneta o autobus... pero ¿cómo podría ella llegar a ese lugar?



Ella estaba acostumbrada a tomar el autobus, pero ahora se le hacía muy difícil circular por la ciudad ella sola. yo me ofrecí a llevarla al trabajo todos los días, a pesar de que trabajabamos en lugares distantes de la ciudad... Al principio, esto confortaba a Verónica y llenaba la necesidad la necesidad de proteger a mi invidente esposa, quien se sentía muy insegura de superar este aspecto.



Pronto entendí que este método no estaba funcionando... era costoso y extenuante... Verónica iba a tener que empezar a tomar nuevamente el bus, me decía a mi mismo... Pero sólo el pensar mencionarle esto me hace temblar... Ella estaba todavía muy frágil y enojada... ¿Cómo reaccionaría?



Tal como lo predije, ella se horrorizó con la idea de tomar el bus nuevamente. “¡Soy ciega!”me respondió gritando...


“Cómo se supone que voy a saber dónde estoy?” “Me siento como si me estuvieras abandonando”...


Sin duda alguna mi corazón se rompió al oír estas palabras, pero sabía que tenía que hacerlo... recuerdo solo le prometí que cada mañana y cada tarde subiría al bus con ella, el tiempo que fuera necesario, hasta que ella lo lograra por sí misma... Y fué exactamente así como lo hize...



Por dos semanas, acompañe a Verónica hacia y desde su trabajo cada día...l le enseñé cómo apoyarse en sus otros sentidos, especialmente en el del oído, para saber dónde estaba y cómo adaptarse a su nuevo entorno... la ayudé a hacer amistad con el conductor del autobus...me costo, puesto que no soy muy sociable... pero en realidad ella ayudó... recuerdo el chofer era un señor mayor, de esos pocos buenos choferes que quedan y tenia justo la ruta y la hora que necesitaba para ella.. era la persona justa, quien podría observarla, y guardarle un puesto... el la hacía reír, aún en esos días no muy buenos...



Cada mañana, ellos hacían el recorrido juntos, y yo regresaba para ir a mi trabajo... a pesar de que esta rutina era aún mucho más costosa y extenuante, sabía que sólo era asunto de tiempo para que ella fuera capaz de tomar el bus por ella misma... siempre creí en ella, en la Verónica a la cual estaba acostumbrado a tratar antes de que perdiera la vista, quien no temía a ningún reto y quien nunca jamás renunciaba...aunque muchas veces obraba ma.l.. pero esa es ella.. asi es ella... única...



Un día, decidió que estaba lista para probar viajar sola... el lunes en la mañana, antes de levantarse, ella colocó sus brazos a mi alrededor , al rededor de su esposo, su mejor amigo, y su compañero para tomar el autobus temporalmente je je... asi me dijo, nunca perdió su sentido del humor.. pero pude ver como sus ojos se llenaron de lágrimas de gratitud por mi lealtad, mi paciencia y mi amor... ella me dijo adiós y, por primera vez, salimos por diferentes rutas...



Lunes, martes, miércoles, jueves…. Cada día fue perfecto para ella... nunca se había sentido mejor... ¡Lo estaba haciendo!... Ella estaba haciéndolo todo sola... el viernes en la mañana, Verónica tomó el autobus para ir a trabajar como de costumbre... cuando estaba pagando, e iba saliendo del autobus, el chofer le dice:





“Señora, de verdad que la envidio”.



Verónica no estaba segura si el conductor se refería o no a ella... Después de todo, ¿quién en este mundo podría envidiar a una mujer ciega, que luchaba por tomar fuerzas para continuar viviendo?... ese era su pensar aún...

pero curiosa, ella le preguntó:


“¿Por qué dice usted que me envidia? él le respondió: “Debe sentirse muy bien ser cuidada y protegida como lo han hecho con usted”.

Verónica no tenía idea de lo que el conductor estaba hablando, y preguntó otra vez: “Qué quiere decir?”

El chofer respondió: Desde la semana pasada, cada mañana, un gentil caballero como de treinta y tantos años... alto, delgado, moreno y algo calvo ha estado esperando en la esquina vigilándola cuando usted baja del autobus... él se asegura que usted cruce la calle, y la observa hasta que usted entra al liceo donde trabaja... entonces él le tira un beso, le da un pequeño saludo, y se va... Usted es una dama con suerte...



La felicidad inundó a Verónica... A pesar de que ella físicamente no podía ver, ella siempre sentía mi presencia... ella era bendecida, tan bendecida, porque él le había dado un regalo más poderoso que la visión, un regalo que ella no necesitaba ver para creerlo: El regalo del amor que le pudo traer luz, donde existía oscuridad.



Nuevamente para tí...



Lunes 06/ 09/2010 4:20 A.M.

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